Internet de las cosas y el reloj inteligente

El internet de las cosas es un concepto elaborado en el MIT en el año 1999 que consiste, básicamente, en la interconexión de cualquier tipo de objeto a internet. El reloj inteligente formará parte de ese cambio de vida para todos que supondrá la generalización del internet de las cosas o IoT (Internet of things) por sus siglas en inglés.

 

Internet de las cosas y reloj inteligente

 

El uso predominante del smartwatch en la internet de las cosas

 

Personalmente, no me cabe duda que el dispositivo que más se utilizará en la IoT será el smartwatch o reloj inteligente. La ejecución de acciones por parte del usuario en servicios basados en internet ha de hacerse necesariamente a través de aparatos manejables y polivalentes que permitan el uso de aplicaciones específicas.

El más usado actualmente por su portabilidad, fácil manejo y penetración en el mercado es el smartphone, pero será suplido por la comodidad mucho mayor que supone el uso del smartwatch. Nada hay más cómodo que acceder a todo un universo de funciones a través de un objeto que se puede llevar continuamente en la muñeca y que, por ello, permite un acceso rápido y agradable.

 

La proliferación de un número cada vez mayor de relojes inteligentes al alcance de la mayoría, hará que comprar un smartwatch sea la opción más elegida para controlar los productos y servicios proporcionados por el internet de las cosas. Si su utilidad como complemento del teléfono ya es suficiente motivo como para proceder a su adquisición, el avance de sus funcionalidades y su penetración en el mundo conectado del internet del todo, convertirán al smartwatch en el mando a distancia universal por excelencia.

Y en este punto cabe hablar de algo más que prestaciones, comodidad y eficacia. El smartwatch, como accesorio de moda, penetra en un terreno social marcado por el diseño, pudiendo combinar la funcionalidad con la elegancia y la practicidad con el estilo. Hablamos, por tanto, de un objeto de uso cotidiano como el reloj, que sin duda está llamado a protagonizar el que probablemente sea el mayor episodio de cambio de la humanidad de nuestra era: la internet de las cosas.

 

Internet cosas y smartwatch

 

Cuándo viviremos el cambio del internet de las cosas

 

Si buscas un poco por internet verás que el 2014 iba a ser el año de inicio del internet de las cosas. Otras fuentes hablaban del 2015. Estamos ya en el 2016 y el IoT no ha hecho aún su aparición de la forma masiva que muchos pronosticaban. De haberlo hecho, el mundo moderno tal y como lo conocemos habría cambiado drásticamente. Pasa un poco como con los smartwatches, que han hecho su aparición, son funcionales, pero no han conseguido todavía una adopción masiva por parte de los consumidores.

 

El internet de las cosas es algo que ya está funcionando a distintos niveles pero pasa desapercibido para la mayoría, y las pretensiones son tan altas que es lógico un desarrollo cauteloso y más lento de lo que cabría esperar. La diferencia con el reloj inteligente es que éste es un objeto, un producto fácilmente identificable y vendible como tal, y el internet de las cosas no lo es aunque requiera de productos y servicios para conformar su esencia.

 

IoT viene a significar la interconexión de cualquier objeto físico a internet y entre sí para interactuar tanto con los seres humanos como entre ellos.

Según Cisco — importante empresa dedicada al mundo de las telecomunicaciones implicada en el proyecto— el 99% de los objetos físicos no están conectados a internet, pero se estima que en el año 2020 la cifra de dispositivos preparados para esa conexión alcance entre 25 mil millones y 37 mil millones, dependiendo de la fuente.

Ante semejantes cifras cabe esperar lo que se preconiza por parte de los agentes involucrados en el desarrollo de esta “hiperconexión total”: un cambio drástico del mundo moderno tal y como lo conocemos, sencillamente porque todo, absolutamente todo, estará en continua comunicación e interacción con prácticamente cualquier cosa.

De ahí que se hable también del internet del todo, o IoE (Internet of everything), porque en este escenario estarán implicados objetos, datos, servicios, procesos y personas; todo aquello susceptible de conexión inalámbrica con la capacidad de obtener datos, servirlos y generar acciones concretas.

 

Internet del todo es conexión total

 

No obstante, al preguntarnos cuándo viviremos ese cambio hacemos referencia fundamentalmente a una inclusión generalizada en la vida cotidiana de las personas, siendo la domótica el campo más llamativo. Probablemente, la aceptación masiva de la casa inteligente sea la que impulse la notoriedad del internet de las cosas entre la población. Porque el IoT como tal ya está funcionando en distintos ámbitos como el medio ambiente, el tráfico o la producción industrial, y también en los hogares de forma minoritaria.

 

Efectivamente, están activos sensores para medir, por ejemplo, el nivel de contaminación de una zona o las condiciones climatológicas, el control de semáforos y cantidad de tráfico en zonas especialmente proclives a una gran afluencia, o la gestión de procesos productivos y averías en entornos automatizados.

Muchas casas, por otra parte, cuentan con sistemas semiautomáticos, programables y de acción directa por parte del usuario para controlar la seguridad o incidir en elementos de uso habitual como puertas y persianas.

 

Pero entonces, ¿en qué se diferencian los sistemas que ya existen con el internet de las cosas de que hablamos?

 

Un cambio cualitativo y cuantitativo

 

Desde hace tiempo, hogares, empresas y centros varios cuentan con cámaras de seguridad y sistemas de vigilancia conectados con quienes gestionan las incidencias y los propios usuarios. A fin de cuentas, se trata de lo que estamos hablando: dispositivos como cámaras y sensores conectados y controlados remotamente. Podríamos decir que es el embrión de algo que pretende ir mucho más allá en cuanto a tipo de conexiones, número de ellas, interacción, procesamiento de datos y automatización, pero en cualquier campo.

 

Cualitativamente supone la utilización intensiva de internet, la identificación de cada tipo de dispositivo en la red, la utilización de distintos sistemas de comunicación inalámbrica como chips de proximidad RFID o NFC además de Bluetooth y Wifi, la utilización computacional de la nube como contenedor del Big Data y la sinergia entre dispositivos diferentes.

 

El cambio cuantitativo vendrá marcado por la inclusión prácticamente total de cualquier cosa a  un entorno de conexiones simultáneas e interrelacionadas donde funcionalidades de distintos campos podrán fusionarse en determinados contextos para ejecutar acciones definidas.

 

El smartwatch en el probable cambio de nuevo modelo social

 

Si tenemos en cuenta que según Cisco el coste del proyecto de hacer factible una comunicación eficaz de los objetos es de 19 billones de dólares, que empresas tecnológicas como Google, Intel o Realtek trabajan también en esa dirección, y que bancos como el BBVA analizan la cuestión sobre los pagos en el entorno del “todo conectado”, podemos hacernos una idea de la gigantesca envergadura del internet de las cosas.

Hay mucho capital invertido, mucho dinero que ganar y extraordinarias posibilidades comerciales en todos los ámbitos como para reducir al internet de las cosas a utopía.

 

Hablamos de que prácticamente cualquier objeto de uso cotidiano susceptible de aportar datos útiles o interrelacionarse con otros objetos y los seres humanos, tiene posibilidades comerciales: desde unas zapatillas de deporte que midan la distancia recorrida o la longitud de los pasos, hasta un marcapasos monitorizando la actividad cardíaca para enviar al médico los resultados de un nuevo tratamiento, pasando por la publicidad individualizada al transitar al lado de un escaparate o la cafetera que hace el pedido de nuevas cápsulas al supermercado cuando el stock merma. Las posibilidades son tan ilimitadas como los posibles beneficios para la sociedad.

 

El reloj inteligente en la nueva era

 

Si cualquier cosa puede conectarse a la red, los wearables juegan un papel fundamental porque parten con la ventaja de una conectividad consolidada y una contrastada madurez funcional.  Al añadir, además, su diseño pensado para realizar acciones, obtenemos un objeto especialmente predispuesto a incorporarse con fuerza y protagonismo al IoT.

 

Desde un smartphone pueden realizarse pagos y gestionar elementos domésticos y automotrices, y desde un smartwatch pueden manejarse diversas funciones de un teléfono. Por tanto, una evolución plausible del reloj inteligente es reemplazar al smartphone en las funciones anteriormente mencionadas y enarbolarse como el dispositivo más idóneo para interactuar con multitud de objetos conectados y personas.

No solo tiene capacidad y potencial para ello sino que cuenta con el diseño más adecuado. El hecho de ser un dispositivo con forma de reloj lo convierte inmediatamente en un objeto mucho más cómodo, fácil de llevar, seguro por ir abrochado a la muñeca y práctico para efectuar acciones rápidas.

 

La complejidad de la seguridad y los estándares

 

Uno de los problemas que se presentan en un mundo conectado masivamente es la seguridad de las comunicaciones. Cualquier objeto enlazado a internet es susceptible de invasión por parte de terceros para extraer información o controlar el sistema. Esto es especialmente preocupante en la automoción, donde la intervención no autorizada de personas malintencionadas podría ser causa de accidentes.

Imaginemos que utilizamos nuestro smartwatch para abrir y cerrar el vehículo o conectar la alarma de casa y alguien consigue entrar en el sistema: podríamos perder el control y quedar expuestos a los caprichos del intruso. Desafortunadamente, se está poniendo más énfasis en la implantación de los sistemas que configuran la internet de las cosas que a la seguridad de las comunicaciones relacionadas.

Esta parece ser la tendencia de actuación: implantar una nueva tecnología e ir reparando posteriormente los fallos de seguridad a medida que se producen o son descubiertos.

 

Aunque los errores son inherentes, inquieta pensar en un mundo totalmente conectado sin las suficientes garantías que generen la confianza necesaria. No obstante, es algo que cada vez se va teniendo más en cuenta a la hora de fabricar nuevos productos y sistemas de conexión, y es de esperar que se avance cada vez más.

 

El otro problema al que se enfrentan los fabricantes tiene que ver con los protocolos de comunicación de los productos que formen parte del internet de las cosas. Cada uno implementa la solución que considera más adecuada, pero si se pretende una comunicación global entre productos y personas será necesario establecer estándares aceptados por la mayoría para homogeneizar una compartición y utilización de datos que será verdaderamente útil si no existen barreras de acceso más allá de las estrictamente necesarias para mantener la seguridad.

La compatibilidad de los sistemas de comunicación y aplicaciones es una prioridad, y por eso la puesta a disposición de APIs ya se utiliza y, probablemente, se acentúe.

 

Conexión internet cosas

 

Recapitulando

 

Hace diecisiete años que surge el concepto de internet de las cosas y aún queda camino por recorrer, pero no es arriesgado aventurar que la rapidez con que evolucionan los acontecimientos tecnológicos acelere de manera vertiginosa el proceso.

El coche autónomo puede servir como ejemplo de la velocidad con la que se producen cambios disruptivos de una manera que ha sorprendido hasta a los más escépticos. El cambio de era que estamos viviendo definirá un período que será usado como referencia en el calendario de las etapas que ha ido viviendo la humanidad.

Yo creo que la vida es simple, pero la complejidad de la mente humana se transfiere al entorno para recrear en él una extensión de nosotros mismos, y en ese escenario es donde se moverá el mundo.

 

Los relojes inteligentes, los smartphones, la ubicuidad de internet y las conexiones inalámbricas pueden proveer a la humanidad de un estado de bienestar y satisfacción nunca vivido antes. Pero estos cambios deberán ser accesibles por cualquier habitante del planeta y no solo por una parte del mundo, para poder señalar sin ninguna duda este tiempo como el período en que la humanidad evolucionó hacia la fraternidad global a través de la tecnología.

 

La inteligencia artificial, la realidad virtual y aumentada, y el internet de las cosas como paradigma de la sociabilidad digital deben servir para crear un mundo mejor, menos depredador y más generoso. Sin embargo, la tendencia de las políticas actuales al servicio del poder de las grandes corporaciones y la obsesión por obtener una cantidad cada vez mayor de datos de los ciudadanos, pueden convertir al ser humano en objeto controlado y controlable.

 

La seguridad de los datos y la privacidad adquieren una relevancia superior cuando hablamos de interconectar cualquier cosa a la red, y no deja de ser intrigante y crear suspicacias el hecho de delegar una parte importante de nuestras vidas a sectores que escapan de nuestro control más directo.

 

Creo, por tanto, que es necesaria una información y educación sobre todo aquello que utilicemos, para que sea el buen juicio a través del uso quien delimite el poder de quienes lo ambicionan todo; y esto depende exclusivamente de nosotros.

 

La tecnología nos facilita las cosas como nunca antes. Tenemos en la palma de nuestra mano acceso inmediato a cualquier tipo de información y la oportunidad de comunicarnos de múltiples formas. La internet de las cosas aumentará exponencialmente estas capacidades y podrá proporcionar mayor libertad, comodidad y seguridad a nuestras vidas.

De nosotros depende en gran medida que esto ocurra y el mundo sea cada vez un lugar mejor.

Imagen Internet of Things: Tumitu DesignCC.
Imagen Wearable technology for the wrist: Intel Free Press, CC.
Imagen Samsung GALAXY Gear smartwatch: Cheon Fong Liew, CC.
Imagen Unplugged - no computer, no internet, possible?: photosteve101, CC.